miércoles, 21 de noviembre de 2012

Dialecto invernal.

No puedo hablar, me queman las palabras y cada una de las letras de tu dialecto invernal,
me envuelve Noviembre y me mece entre sus lluvias diarias, me escondo en la sombra de mi cuarto,
me asusta empezar a andar si el tacto de tus manos, espero un tren que no llega, mientras la lluvia
castiga con violencia el asfalto de las calles, resulta casi hipnótico el repiqueteo de las humildes gotas de
agua deshaciéndose contra el suelo que absorbe todas y cada una de ellas, y yo me hago tantas preguntas preguntas sobre tus labios que con un solo beso no sería bastante para responderlas todas.
Me recreo en las notas de viejas canciones de Bon Iver mientras se me enfría el café,
y mi latido casi errático y el tuyo...el tuyo siempre descompasado, siempre nómada...
Tengo el armario lleno de camisas sin planchar y la cama sin hacer, los papeles de una vida
que hoy me resulta ajena sobre el escritorio mezclándose con las facturas que se me acumulan y no hay luz,
los cuadros torcidos desde que el portazo de despedida derrumbo el castillo de naipes en el que estabas cautiva.
Ahora entiendo que para siempre entre tu y yo no dura tanto como en las películas.

lunes, 5 de noviembre de 2012

down

Recuerdo que fue un crudo invierno, nevaba y los destellos de blanco frío se posaban por todas partes,
nuestra ciudad tiritaba nerviosa bajo el manto de luces y victimas.
Las hojas del calendario era perennes, y tu marcabas en rojo los días de lluvia mientras en las noticias
solo hablan de muerte, el frío se paseaba por mi piel con aire despreocupado.
Recuerdo que fue duro olvidarte, ocupabas cada rincón de mi memoria, me afané en buscar consuelo
en brazos de usar y tirar buscando llenar un vacío que apenas me dejaba respirar,
recuerdo la sensación de vértigo y soledad de manera tan exacta que aun hoy se me cortan las palabras al releerlas ahora que yacen sobre el papel.
La culpa, la pena y el miedo me persiguieron a través de las adoquinadas calles, mientras yo buscaba
refugio en soportales de oxidadas y desencajadas puertas de cruda realidad, mis compañías quizá no fueron todo lo buenas que pudieran parecer al otro lado del escaparate.
Me asombra la celeridad con la que confeccioné un disfraz de oscura capa con el que que presentarme al mundo procurando ocultar cualquier rastro de humanidad que pudiera dejar entrever mi vulnerabilidad,
tras vivir tanto tiempo aparcando el uso del corazón olvidé quien era, me dediqué a buscar analgésicos nocturnos en taburetes forrados de terciopelo buscando paliar un dolor que solo el tiempo destilando segundos ha conseguido apagar.