A penas me cuesta recordarla sentada sobre la alfombra que tejimos a tientas, su voz y su piel desnuda y la leve caricia de las cuerdas de aquella vieja guitarra con nombre de despedida, el pelo rizado y negro recogido dejando aun mas centímetros al espectáculo, sus piernas cruzadas anudándose la magia, desatando locura,
ternura y vaciándose de fragilidad, derramando su obsesión sobre los cuadros que cuelgan de las paredes de la habitación, olvidando su tinta bajo mi piel, perdida en el momento, tremendamente asustada y definitivamente
entregada.
Ojala supiera donde estas, y tuviera las armas para decirte lo que aun siento por ti, ojala tu fueras capaz de creer en mis palabras, van cayendo las hojas de mi calendario, y se acerca la el día rojo y no habr nada que celebrar.
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