jueves, 20 de diciembre de 2012

Hacia rutas salvajes.

El revigorizado Rey sol atempera este martes de idas y venidas,
de reencuentros y despedidas,
el transeúnte suicida se arroja al trafico,
desfiles de intereses propios,
motivaciones desconocidas y duelos continuos
impera un movimiento de escaso espíritu navideño
al cual me sumo con absoluta naturalidad.

Hace un calor impropio del gran D,
y yo me pregunto donde estará la nieve
y si Alaska me espera como como yo espero perderme en el frenetismo urbano
y al sin sabor de la superficialidad adherida a las farolas como un anuncio de "busco piso".

Las sombras sobre mi cabeza y el grito ahogado de algún cantante de rock
pidiendo un instante de muerte y una eternidad a tu lado,
me transporta al momento exacto pero se desvanece como un anillo de humo de tabaco
que intenta ser atrapado,
las vías de acero de se retuercen bajo mis pies,
el mar brilla siniestro a mi izquierda protegido tras un cristal
en el que me reflejo levemente pero no me reconozco y
no consigo descifrar el motivo del miedo en mis ojos.

Las ciudades se suceden parada tras parada,
y a mi me parecen todas iguales,
mientras pienso en lo caprichosa que es la inspiración que te aborda cuando menos la necesitas
y te esquiva cuando necesitas inundar el suelo de tinta y no de lagrimas,
que incomodo es este asiento, probablemente yo le guste a el tan poco como el a mi,
me asaltan las dudas de aquel mar,
quisiera saber que estáis haciendo vosotros mientras yo pienso y me pregunto que estaréis haciendo,
y si pensáis en mi aunque sea solo pasado que olvidar o recordar con mas o menos cariño y dificultad,

Pienso en los que no están, al menos de una manera física, al pasar cerca del lugar que albergó muerte y llanto.

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